domingo, 22 de julio de 2012

"Hielo y Nieve: El fuego del fin. parte 2"



-El Consejo de los Principios-

Solsticio: ¿Qué pasa?, ¿por qué no se defiende?      
           
Solsticio preguntaba con desesperación al ver como Vulcano golpeaba a Invierno sin piedad, estaba en la reunión del Consejo de los Principios. A su alrededor se encontraban Primavera, Verano y Otoño, viendo como su hermano era torturado lentamente. Eran incapaces de hacer algo. O tal vez no querían hacerlo.

Solsticio: Hagan algo, por favor ayúdenlo. Lo va a matar, por favor, por el Gran Maestro sálvenlo.

Sus lágrimas se derramaban lento desde sus ojos acariciando sus mejillas, no entendía por qué los otros señores de las estaciones estaban tan tranquilos, tan pacientes. Una ira profunda se adueño de ella.

Solsticio: ¡Malditos sean!, cobardes, traidores. ¡Malditos sean!

En ese momento la voz de Otoño surgió de su profundo silencio, una voz que jamás había escuchado, como si un trueno surcara el cielo partiéndolo en dos.

Otoño: ¡Basta! Hija del suspiro del señor del hielo, nuestra intervención no es permitida por el grande. Es una batalla justa, sería indigno de nuestra parte ir a ayudar a Invierno, cuando él nos hizo prometer que no lo haríamos.

Y así había sido, antes de partir a la batalla, Invierno hizo prometer a sus hermanos que pasara lo que pasara, cuidarían a Solsticio en su ausencia. Invierno tal vez pensaba que era su última batalla, sin embargo su cara mostraba seguridad, así que sus hermanos no se preocuparon en lo más mínimo.

Primavera: Pero hay una forma de ayudarle, mas no depende de nosotros, preciosa.

Solsticio: Entonces, ¿de qué depende?

Verano: De ti. Sólo tú puedes ayudarlo. ¿Estas dispuesta a hacerlo?

Solsticio: Lo estoy, díganme qué es lo que debo hacer.

Otoño: Ven te llevaré a la puerta, es el momento de que desciendas a enfrentar lo que tu amo no pudo vencer.

Así era Otoño, directo y sin tapujos. La condujo a un gran marco sin puerta que tenía grabados extraños, se encontraba en medio de una gran colina llena de flores, era la puerta de entrada a todas esas almas que habían ganado el derecho de entrar al Santuario Eterno, donde sus almas descansarían y se convertirían en un árbol en aquel gran jardín prohibido.

Otoño: Sólo pasa la puerta, y piensa en el lugar adonde quieres llegar. Ten cuidado, eres torpe y nunca te has enfrentado a algo igual, pero no podemos negarte tu deseo de ayudar a tu maestro. Sólo el de arriba y no ha mandado a nadie a contradecir tu decisión, suerte hija de hielo. Espero que en vez de dolor encuentres una muerte en silencio y rápida.

Sus palabras fueron dagas que perforaron toda la confianza que tenía. Era cierto, no estaba preparada, apenas unos momentos antes pudo congelar el agua por primera vez. Su maestro le había enseñado algunos movimientos, danzas y posiciones para defenderse cuando lo necesitara, había enfrentado a osos en batallas cuerpo a cuerpo y hacía carreras de velocidad con los lobos, pero eso era diferente, estaba a punto enfrentar a un gigante de fuego, que excretaba furia, un gigante que ni siquiera su maestro pudo derrotar. Ella qué podría hacer ante tal ser, simplemente sería un hazme reír, una burla. Pero tenía que intentarlo, tenía que salvar a su maestro y así lo hizo, cruzó el marco pensando en su maestro y en el lugar, sintió un vacío en su estómago, una sensación de caída y después todo se volvió oscuro.

-La Tierra-

Vulcano estaba divirtiéndose a lo grande, golpeaba sin piedad a Invierno estrellándolo en la gran estructura de piedra. Invierno yacía inconsciente en las grandes manos del gigante, su mente vagaba lejos. Sus latidos desaparecían lentamente, todo indicaba que sería el fin, y aun en el fin sólo podía pensar en una cosa. Solsticio. Esa niña, la iba a dejar sola y ya nunca podría contarle más cuentos, ni recitarle más poemas. Tampoco le enseñaría a hacer más magia. Todo había acabado, y eso era lo que más le dolía.

Vulcano: (Riendo) es momento de acabar contigo, pequeño e insignificante señor del hielo, ya te he hecho sufrir demasiado, es hora de que mueras.

Vulcano levantó un pequeño altar de rocas al rojo vivo, donde acostó a Invierno para asestarle el ultimo golpe, levantó su mano que se volvió una masa incandescente de la que sobresalían grandes picos de piedra ardiente y dejó caer con fuerza la gran masa sobre el cuerpo de Invierno; ese era el fin de todo. Pero de un momento a otro, sintió que su gran brazo de fuego se congelaba completo de una forma casi impresionante y después un golpe lo despedazaba hasta hacerlo cenizas. Era incapaz de creerlo, giró su cabeza y no vio a nadie, ¿quién había sido?, ¿quién además de Invierno tenía esa capacidad? Y fue cuando la vio ahí, hincada a un lado de su maestro, sosteniendo la cabeza del inconsciente Invierno, sus cabellos blancos y plateados estaban manchados de sangre azul, su cara parecía que dormía profundamente, no sufría ninguna contusión, pero aun así, su boca destilaba un chorro de sangre y sus ojos también lo hacían. Las lágrimas resbalaban sin cesar por las mejillas de Solsticio al ver a su maestro medio muerto en ese lugar de fuego abrasador. Ahora si, la furia que llevaba dentro salió. Levantó sus ojos azul profundo como un mar congelado y se dirigieron a los de Vulcano, que aún no creía lo que veía.

Vulcano: (Carcajada) no puedo creerlo, la pequeña loba de Invierno vino a rescatarlo, es increíble, parece que mataré a discípulo y alumno en un mismo día.

Solsticio: ¡Calla!, te atreviste a herir a mi maestro y yo te mataré, maldito monstruo, yo voy a destruirte, haré cenizas tu cuerpo.

Los ojos de Solsticio destellaban odio, Vulcano reía con más fuerza burlándose de ella y en un acto de sorpresa se abalanzó contra Solsticio intentando golpear su cuerpo, pero se encontró con otra sorpresa, el pequeño y delicado puño de Solsticio, chocó con el de él. Solsticio de alguna forma había congelado su cuerpo, creando una delicada armadura de hielo que cubría su ser y el toque de sus manos congelaba todo aquello que se interpusiera en su camino, como el puño de Vulcano.

Solsticio: Dije que voy a destruirte, por mi maestro.

Vulcano: Maldita niña, cómo te atreves a hablarle así al gran Vulcano, ¡ahora sentirás toda mi furia!

Dicho esto Vulcano subió la temperatura del ambiente y su cuerpo de llamas explotó en cólera, volviéndose un dragón gigante de piedra incandescente, fuego y lava. Así comenzó la gran pelea, Vulcano asestaba golpes con su cola y Solsticio los esquivaba con gracia y velocidad, de vez en cuando congelaba alguna parte de la cola de  Vulcano o de sus alas y las despedazaba de un golpe, pero Vulcano se regeneraba con una velocidad sorprendente y seguía lanzando golpes con su cola, escupiendo lava y fuego, desplegando sus alas para tomar más velocidad en sus ataques. La pelea provocaba tal impacto que la tierra retumbaba con cada golpe, los mortales que presenciaban aquel extraño fenómeno estaban aterrados y maravillados al mismo tiempo. Solsticio se movía como alguien que llevase años entrenando, su armadura de hielo la protegía del calor intenso, era una guerrera excepcional, los señores de las estaciones no lo podían creer, ¿de dónde había sacado tal fuerza y habilidad? Golpeaba a Vulcano con furia aunque este se regenerase, esquivaba los ataques y contratacaba, congelaba, golpeaba y pulverizaba. Simplemente era como ver a una hermosa hada de hielo. La batalla era épica. Pero el cansancio empezó a presentarse en Solsticio. Después de todo aún no era una señora bendecida por el grande. Aún era una alumna, aún necesitaba aprender y esa fue una de sus debilidades.

Vulcano: Eres buena, lo admito, pero yo soy un grande, un ser poderoso de fuerza ilimitada y jamás podrás derrotarme.

Solsticio: Eres un monstruo que sirve sólo para causar dolor y no mereces vivir.

Estas palabras molestaron a Vulcano y con la velocidad de un rayo abrió sus alas de dragón y se abalanzó sobre ella, rugiendo y escupiendo una gran flama de fuego. Solsticio la esquivó pero un colazo de Vulcano la alcanzó en su estómago, sacándole el aire y estampándola en el suelo. Su armadura de hielo estaba despedazada. No podía moverse, sentía un dolor terrible. Vulcano descendió hacia donde se encontraba Solsticio lastimada, tratando de respirar desesperadamente. Puso una de sus grandes patas sobre su cuerpo, y la aplastó con fuerza.  Solsticio soltó un grito desgarrador.

Vulcano: Es hora de que mueras hija de hielo, es hora de que te reúnas con tu maestro.

Dicho esto levantó su gran cola de dragón y la volvió una lanza puntiaguda que cayó en picada dirigiéndose al pecho de Solsticio. Pero algo detuvo aquel ataque definitivo. Oponiendo resistencia a la gran cola, estaba Destello, la espada que despuntaba toques lilas al alba.

Solsticio: ¿Destello?, pero, ¿cómo es posible?

Vulcano: Maldito artefacto inútil, aun si Invierno esta casi muerto, sigues causándome molestias y no lo permitiré.

Levantó la pata que tenia sobre Solsticio y trató de tomar a Destello, pero Solsticio fue mas rápida, tomó la espada de la empuñadura y cortó la pata y la cola de un sólo golpe. Vulcano soltó un rugido de dolor y perdió el equilibrio cayendo de costado, Solsticio controlaba a Destello como si fuera parte de ella, intentó volver a crear la armadura de hielo pero no lo consiguió. Vulcano aún no había recuperado su pata ni su cola y eso era extraño, al parecer Destello no permitía que se regenerara con la misma rapidez. Pero eso era imposible, ya había visto a Invierno cortar con esa misma espada a Vulcano y Vulcano se regeneraba con la misma velocidad pero esta vez era distinto, era como si la espada estuviera controlada por un hechizo, un hechizo que le daba tiempo, pero tal vez no el suficiente. Vulcano se encontraba de pie de nuevo, a punto de empezar a atacar. Solsticio se puso en pose de batalla con Destello en sus manos y así se reanudo la pelea. Pero esta vez la suerte estaba de su lado, Destello era tan filosa y Solsticio tan rápida que de un ataque cortó las dos grandes alas del dragón y Vulcano cayó con tal fuerza que la tierra se estremeció por completo y, sin esperar a que Vulcano se regenerara Solsticio le acertó un golpe cortándole el cuello, y después clavó la espada en el pecho del monstruo, apagando por completo el fuego del dragón y volviéndolo roca dura y negra. La batalla había terminado. Solsticio lo había derrotado.

Solsticio: Al fin ha caído. Gracias Destello no habría podido hacerlo sin ti. Ahora tengo que salvar a mi maestro.

Corrió hacia donde estaba Invierno que aún yacía inconsciente sobre el gran altar de piedra fundida que ahora se encontraba fría y negra. Tomó el cuerpo de su maestro y empezó a llamarlo, pero no parecía funcionar. Además sentía que el cuerpo de su maestro perdía su toque frío. Había un gran charco de sangre al lado de donde se encontraba su cuerpo, sus ojos estaban completamente blancos, había perdido el hermoso toque de azul zafiro y miel que había en ellos. Invierno moría. Y solsticio no sabía que hacer, de nuevo empezó a llorar, el dolor venía desde su corazón azul que latía mas lento. Era como un presagio, o una señal de que el corazón azul de Invierno estaba apunto de dejar de latir, pero esas lágrimas, ese dolor y el llamado de su boca desesperada no le regresaban a Invierno que poco a poco perdía el color blanco de su piel, que se volvía gris y dura. Nada podía hacer, y lo peor estaba por pasar. Vulcano resurgió del gran hoyo de fuego del que había salido anteriormente con su cuerpo de gigante y no de dragón, atrapó a Solsticio con sus grandes manos y la estrujo con fuerza.

Vulcano: Tonta niña, crees que Vulcano es tan fácil de vencer. Dejé una parte de mi cuerpo descansando en ese gran lago de lava y he podido regenerarme de ahí, y es hora de que mueras, ya es hora.

Vulcano apretó el cuerpo de Solsticio con tal fuerza que ella sintió su interior romperse y molerse, un grito se extendió en el cielo, un grito desesperado. Un grito que erizó a los maestros de las estaciones, un grito que hizo que el cielo se pusiera negro y una gran ráfaga de nieve y granizo azotaran el cuerpo de Vulcano, y apagaran su cuerpo lentamente, un grito que había hecho que sus ojos se abrieran con ese mismo toque de zafiro y miel en ellos.

Él había despertado, y ahora estaba furioso.

Autor: Noel A. Loaiza
Trabajo de corrección: Iyallii P.

5 comentarios:

  1. Así que Solsticio se llevaba muy bien con Destello...

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    1. claro, es un pacto muy interesante. tal vez pronto sabremos el por que

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  2. Hasta que me das crédito ;)

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  3. Yo digo que Invierno tiene que darnos explicaciones cuando haga polvito a la doncella berrinchuda :)
    Escribe, escribe, escribe... (Pero no creas que te presiono c:)

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  4. no demores en subir la continuacion porfavor, estoy muy intrigada en saber que pasara.
    estoy de parte de iya, ESCRIBE ESCRIBE ESCRIBE ( yo si te presiono) ^.^

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