"Aquí no se
venden consejos"
-¡Quiero!... ¡Quiero!, ¡doña Simona!- Gritaba un adolescente flacucho de pelo salvaje y café,
con gafas grandes y ojos pequeños, blanco como la leche, frente al abarrote de
doña Simona. -¡Quiero!, ¿Qué no hay nadie?
-¡Ya voy!, ¡ya voy!, chamaco latoso ya te escuché la
primera vez... ¿Quién no escucharía tus berridos?, estos plebes ya ni respetan
a la gente mayor- dijo doña Simona, que en ese momento se encontraba en la
cocina de su casa, cortando o talvez pelando algo para la comida. Se limpió las
manos y caminó hacia el puesto de abarrotes para atender al joven que gritaba
sin piedad -tenías que ser tú Esteban, ya te dije que no ocupas
acabarte la garganta gritándome, con una vez es más que suficiente. Y bueno
pues, ¿qué quieres?
La cara de Esteban pasó del blanco al rojo, su
respiración se aceleró un poco y sus ojos empezaron a formar lágrimas. -Quiero saborear el néctar de la media noche, subir al
monte más alto e invocar a las estrellas, quiero bailar con las hadas y los
seres mágicos de los bosques alrededor de una fogata de flamas azules, quiero
que mi corazón sea de espinas y la sangre de mis venas sea veneno, quiero ser
la soledad y la tristeza, quiero ser la edad de los árboles, las hojas que
danzan en el viento, una cisterna de sentimientos apasionados, quiero ser la
lluvia que está en todos lados, quiero ser el fulgor de un cometa, quiero
devorar la vía láctea, ser el héroe de mil libros, quiero ser el color del
crepúsculo, un ser de oscuridad perpetua o un ave de luz, quiero montar un
dragón en el atardecer y llegar al centro del sol, quiero ser el invierno cruel
para invadir el cielo y que mis lágrimas caigan en forma de copos de nieve,
quiero vivir sin temor a entregarme, quiero reír sin temor a perderme en la locura,
pero sobretodo, quiero que ella me ame.
Esteban siguió gimoteando y orando en susurros. Doña
Simona lo miró con los ojos de anciana, ojos cálidos de cariño y sólo pudo
decir… -Te volvió a rechazar la Raquelita ¿verdad?
-Sí- contestó entre sollozos. -Es que con ella nada funciona doña Simona, le he escrito
mil poemas, cien canciones, diez sonetos, le he entregado las más hermosas
rosas, que han llevado en sus espinas gotas de mi sangre, y nada de eso
funciona doña Simona, es más, las vacaciones pasadas le regale dos frascos, uno
con nieve del nevado y otro con una nube, pero me dijo que eran tonterías y que
sólo un pelmazo como yo regalaría esas cosas, que a las chicas les gusta la
ropa de moda y el maquillaje; estoy perdido, yo no sé de esas cosas. Ya no sé
qué hacer para dejar de quererla, para que su indiferencia no me golpee tan
duro cada noche, para que salga de mis sueños- dijo Esteban con una voz desesperada y derrotada, se
tambaleaba como si de un momento a otro sus pies fueran a ceder a la gravedad haciéndolo
caer de costalazo contra la banqueta.
-Muchacho burro y terco, ya te dije que con ese tipo de
chamacas no pierdas el tiempo, además en este mundo ya no queda espacio para la
caballerosidad. Deja de andar creando poemas y vuélvete karateka, a las muchachas
les gusta eso de “los chicos peligrosos”, como sigas cantándole a las diez de
la noche afuera de su casa su padre va a salir y te va apedrear. Entiéndelo
muchacho así no tienes oportunidad.- Con
cada palabra que salía de su boca Esteban parecía que se enterraba en la
tierra, si tenía alguna pizca de esperanza, doña Simona se había encargado de
destruirla, y cuando ella se dio cuenta ya era demasiado tarde. Al percatarse de
eso doña Simona agregó algo más -pero
bueno, no me hagas caso a mí, yo ya estoy vieja y nunca tuve alguien que me
quisiera, así que yo no sé de esas cosas, además aquí no se venden consejos así
que dime que vas a querer porque tengo que ir a hacer la comida.-
-Sólo deme dos paletas de sandía, un chicle de bolita y un
curita para mi corazón.
Noel Alberto Loaiza López
Mazatlán, Sinaloa.
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