miércoles, 16 de septiembre de 2015

"Aquí no se venden consejos"

"Aquí no se venden consejos"

-¡Quiero!... ¡Quiero!, ¡doña Simona!- Gritaba un adolescente flacucho de pelo salvaje y café, con gafas grandes y ojos pequeños, blanco como la leche, frente al abarrote de doña Simona. -¡Quiero!, ¿Qué no hay nadie?
-¡Ya voy!, ¡ya voy!, chamaco latoso ya te escuché la primera vez... ¿Quién no escucharía tus berridos?, estos plebes ya ni respetan a la gente mayor- dijo doña Simona, que en ese momento se encontraba en la cocina de su casa, cortando o talvez pelando algo para la comida. Se limpió las manos y caminó hacia el puesto de abarrotes para atender al joven que gritaba sin piedad -tenías que ser tú Esteban, ya te dije que no ocupas acabarte la garganta gritándome, con una vez es más que suficiente. Y bueno pues, ¿qué quieres?
La cara de Esteban pasó del blanco al rojo, su respiración se aceleró un poco y sus ojos empezaron a formar lágrimas. -Quiero saborear el néctar de la media noche, subir al monte más alto e invocar a las estrellas, quiero bailar con las hadas y los seres mágicos de los bosques alrededor de una fogata de flamas azules, quiero que mi corazón sea de espinas y la sangre de mis venas sea veneno, quiero ser la soledad y la tristeza, quiero ser la edad de los árboles, las hojas que danzan en el viento, una cisterna de sentimientos apasionados, quiero ser la lluvia que está en todos lados, quiero ser el fulgor de un cometa, quiero devorar la vía láctea, ser el héroe de mil libros, quiero ser el color del crepúsculo, un ser de oscuridad perpetua o un ave de luz, quiero montar un dragón en el atardecer y llegar al centro del sol, quiero ser el invierno cruel para invadir el cielo y que mis lágrimas caigan en forma de copos de nieve, quiero vivir sin temor a entregarme, quiero reír sin temor a perderme en la locura, pero sobretodo, quiero que ella me ame.
Esteban siguió gimoteando y orando en susurros. Doña Simona lo miró con los ojos de anciana, ojos cálidos de cariño y sólo pudo decir… -Te volvió a rechazar la Raquelita ¿verdad?
-- contestó entre sollozos. -Es que con ella nada funciona doña Simona, le he escrito mil poemas, cien canciones, diez sonetos, le he entregado las más hermosas rosas, que han llevado en sus espinas gotas de mi sangre, y nada de eso funciona doña Simona, es más, las vacaciones pasadas le regale dos frascos, uno con nieve del nevado y otro con una nube, pero me dijo que eran tonterías y que sólo un pelmazo como yo regalaría esas cosas, que a las chicas les gusta la ropa de moda y el maquillaje; estoy perdido, yo no sé de esas cosas. Ya no sé qué hacer para dejar de quererla, para que su indiferencia no me golpee tan duro cada noche, para que salga de mis sueños- dijo Esteban con una voz desesperada y derrotada, se tambaleaba como si de un momento a otro sus pies fueran a ceder a la gravedad haciéndolo caer de costalazo contra la banqueta.
-Muchacho burro y terco, ya te dije que con ese tipo de chamacas no pierdas el tiempo, además en este mundo ya no queda espacio para la caballerosidad. Deja de andar creando poemas y vuélvete karateka, a las muchachas les gusta eso de “los chicos peligrosos”, como sigas cantándole a las diez de la noche afuera de su casa su padre va a salir y te va apedrear. Entiéndelo muchacho así no tienes oportunidad.- Con cada palabra que salía de su boca Esteban parecía que se enterraba en la tierra, si tenía alguna pizca de esperanza, doña Simona se había encargado de destruirla, y cuando ella se dio cuenta ya era demasiado tarde. Al percatarse de eso doña Simona agregó algo más -pero bueno, no me hagas caso a mí, yo ya estoy vieja y nunca tuve alguien que me quisiera, así que yo no sé de esas cosas, además aquí no se venden consejos así que dime que vas a querer porque tengo que ir a hacer la comida.-
-Sólo deme dos paletas de sandía, un chicle de bolita y un curita para mi corazón.

Noel Alberto Loaiza López

Mazatlán, Sinaloa.

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