“En el sueño de la
vida quisiera vivir, pues soñando no conocería el sufrir”
Una voz
femenina lo saco de su sueño profundo, una voz apresurada y cálida; el tiempo
se había escapado como una estrella fugaz, su presencia se perdería en la bruma
y la neblina del amanecer para siempre y eso lo sabía días antes, cuando
después de tanto tiempo la vio de nuevo regresar a su ojos y a su vida.
Sintió sus
brazos tibios rodeando su cuerpo, con la sensación de la última despedida, -hubiera preferido seguir soñando que no te
irías- pensó, pero ella ya había tomado su decisión y él no pensaba hacerla
cambiar de opinión, esto no era la primera vez que pasaba, pero si sería la
última y estaba conforme con eso, dejarla ir tal vez no fue lo más inteligente
que hizo, pero era lo justo para ambos, y aun sabiendo eso y con todos los
problemas que había acarreado a su presente vida, no pudo dejar de notar que no
sabía cuánto la extrañaba hasta ese último abrazo de despedida, ni cuanto le
dolía haber hecho tal aberración contra su propio amor, heridas que nunca
podría sanar nadie, pues eran recuerdo de lo que cuesta conseguir un pedazo de
bienestar en este mundo tan retorcido.
La memoria es
un arma de doble filo y solo necesita una debilidad en tu armadura mental para
penetrar tus barreras y explotarte sin sentido en un mar de sentimientos
amorfos y complicados, pero aquel abrazo fue más que un tajo, pues trajo
consigo una avalancha imponente y destructiva que arraso toda razón física y
temporal, para sumirlo en el mundo surreal de sus memorias. Lo mantuvo inerte y
perdido en su propio espacio; su mente vago lejos y su ser etéreo resurgió de
las cenizas que alguna vez fueron el fuego que destruyo muchas de sus imágenes
mentales; un campo desolado fue su cobijo por un momento, él estaba ahí en una
nada inmensa; de cuerpo entero y sin entender la situación, dio sus primeros 10
pasos y llego de golpe el olor más dulce y maduro que había olido en años, ese
que viene de unos tacones y una falda. Fue simplemente delicioso, la estela del
aroma podía verse flotando en la atmósfera imaginaria, así que la siguió sin
pensar dos veces y en poco tiempo entraba a una ciudad de edificios y
rascacielos, el cielo se plagaba de nubes blancas y el sol las manchaba con
naranja y rojo; el aroma se volvió más fuerte y lo condujo a un pequeño parque
urbano y fue ahí donde se encontró con esa mujer que parecía caminar en una sola
dirección y sin voltear atrás, la intento seguir, su atracción era fuerte como
un lobo a la luna llena, sabia en ese momento que estaba loco por ella y que
siempre seria así, la siguió lo más rápido que pudo pero nunca pudo rozar ni
siquiera un poco de su sombra, el parque seguía creciendo hasta convertirse en
un gran bosque donde aquella mujer se perdió, estaba tan triste de nunca
poderle decir lo que sentía que siguió caminando sin rumbo hasta adentrarse al
bosque que se volvió oscuro, nocturno y frío; ¿Dónde estaba? ¿Qué estaba pasando? Son preguntas que uno siempre debe hacerse cuando no conoce nada a su
alrededor, pero él ya estaba perdido desde hace mucho tiempo, así que en ese
momento no importaba, pero en la vida real el tiempo transcurría y el perdía lo
que el sueño nunca más le podría regresar, aun sin embargo él no lo notaba pues
cuando sintió la primera espina dañar su rostro se dio cuenta que estaba
atrapado, el valle de espinas al que había entrado se extendía lejos y él se
encontraba en el centro, así que no había otra forma que salir caminando de ahí
hacia cualquier lado, y así lo hizo, camino tanto que creyó que había viajado
un año, y cada espina entro más profundo en él y lo hizo sangrar lento, así
cuando por fin salió de ahí, su piel estaba tan herida y sensible que la más
ligera corriente de aire podría doblegarlo de dolor; giro para ver aquel valle
y se percató de que las espinas habían cambiado de forma, ahora eran rosas del
color de la sangre; y lo comprendió después de un tiempo, “aquello que parece
bello puede ser lo que te corte el cuello” ; sin embargo, aún estaba perdido y
los frondosos árboles tapaban el cielo, si había sol él no lo sabía, los
arboles brillaban tenue con luz fluorescente así que tampoco necesitaba al astro,
dio un paso y los árboles se movieron formando un camino, “cosa extraña...” fue
lo único que pudo pensar, podría decirse que su cerebro aún estaba dormido o
perdido, tal vez anestesiado por algo que no podía comprender, pero como todo
estaba puesto en el tablero, lo único que tuvo que hacer fue seguir caminando. El
camino se hacía más pequeño y los árboles se mecían lento, el viento del este
jugaba entre sus hojas y se abrazaba a sus troncos, trayendo con él una melodía
pausada y lenta, el olor a lluvia, tempestad y esperanza. El camino termino en
un claro, en medio de aquel claro se formaba un árbol gigante de un grosor
impresionante sus frutos eran campanas de plata y oro y estaba rodeado por
dientes de león, delicados y peculiares; un lugar mágico, un espacio de
tranquilidad, el árbol parecía palpitar vida y amor, intento acercarse a él
pero una voz lo detuvo…
“retrocede
mortal”
Parecía que venía
de su cabeza, de su corazón y de su propia boca, sintió miedo. Tanto tiempo pensó
haber escapado de esa voz y ahora de nuevo la escuchaba.
-tal vez solo
un pensamiento inoportuno- se dijo a si mismo
Se atrevió a
dar otro paso.
¡Retrocede
mortal!
La voz era más
potente y demandante, el levanto la cabeza y busco con desesperación el claro
estaba solo o eso creía el, de los arboles alrededor surgieron 4 sombras cada
una distinta a otra. Una pequeña como un niño dos idénticas, como gemelos y la última
era amorfa y camaleónica, se retorcía y cambiaba a muchas cosas que él no entendía;
y se quedaron ahí cerca de la orilla del claro mirándolo fijamente, o eso parecía
pues no se percibían ojos en ellas; el viento del este soplo fuerte y el frio
se presentó recorriendo su cuerpo, el árbol lo llamaba y corrió hacia él;
abrazo su inmenso tronco y sintió el calor en lo más profundo de su ser, se sentía
en casa, pero el viento siguió soplando, y trajo consigo un huracán, la lluvia
golpeaba al árbol y meneaba sus ramas, aquellos frutos en forma de campana
empezaron a sonar, a gritar, a suplicar el nombre de una mujer, los dientes de león
se elevaron en el aire y se pegaron a su cuerpo y a sus ojos, cegándolo.
-lo siento,
por favor, yo lo siento- gritaba con sus ojos cegados por el viento.
Pero el
viento parecía arreciar y una risa cayó como un trueno, una de las sombras
gemelas reía con la potencia de la tempestad, se burlaba de él.
“te dije que
no te acercaras mortal, ahora haz destruido algo hermoso” le dijo aquella voz en
tono de burla.
Cuando por
fin pudo abrir sus ojos vio la escena de la destrucción y supo que él lo había causado
todo, el árbol yacía roto ahora, su tronco partido a la mitad, había matado
algo hermoso, con su presencia y con su toque, él era radioactivo, un ser
defectuoso y aquellas sombras estaban ahí para recordarle el por qué siempre
estuvo solo hasta ese momento.
“erizo, erizo,
erizo” decían al unísono, acercándose a él. Intento huir, pero a donde fuera
aquellas sombras lo seguirían, corrió con los ojos cerrados, sin mirar atrás, corrió
pero aun las escuchaba, sus lágrimas resbalaban lento por su cara, lloraba por
la verdad, lloraba por haber destruido algo tan único en la naturaleza del
hombre, lloraba por la que dejo en ruina y destrozada, pero nunca se lo había dicho
a nadie.
continuara.
continuara.
¿Cuándo?
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