"relatos cortos #1"

-Tonto estrellado-

El astronauta se encontraba solo, con sus recuerdos esparcidos en los horizontes del espacio lúgubre y oscuro, flotando al concordante unísono de centenas de estrellas titilantes. 

Sombras de una nada indefinida lo envolvían con las memorias del regreso, pero no eran más que pensamientos vacíos mientras yacía perdido en la inmensidad espantosa que le propinaba el universo.

 Hablaba de vez en cuando consigo mismo, pero su voz lo lastimaba en aquel desierto sin sentido lleno de luces etéreas y lejanas. Ya no tenía razones para probar que la distancia era lo mejor para él. Dejó sus sentimientos fluir en una estela nebulosa que se extendía ante sus ojos, pues por dentro chocaba la consonante de una batalla interminable, dividiendo la esperanza de respirar. 

Lo había olvidado, después de todo, perdido en el espacio el oxígeno era lo más importante, y no las cuestiones filosóficas de la vida que llevaba.

-Mentiras infantiles-

Así empieza esto, se dice que Pedro le pegó a Paco en la cabeza con una piedra ovalada y lisa, sin embargo Marianita, la de los listones de colores en el pelo, aseguraba que Paco se tropezó con Pedro golpeando su cabeza con aquella piedra  y soltando su papalote al viento. Lo que ocasionó que Paco se enojara y mintiera respecto a los hechos ocurridos aquel día de noviembre…

Pero al ver que su mentira flácida y sin sentido se desmoronaba como migas de pan, Paco intentó escapar corriendo de unos brazos largos, blancos y llenos de manchas hepáticas que lo atraparon antes de la huida, y le propinaron dos hermosos golpes rimbombantes en sus mejillas. Ahora Marianita y Pedro disfrutan en la esquina una deliciosa paleta helada, mientras que Paco espera detrás de barrotes de acero, planeando su venganza silenciosamente, por su papalote y por Marianita.

-El amor no tiene palabras-

Allii se sentaba todas las tardes a ver cómo ese pobre insulto de escritor, intentaba sin sentido crear algo que simplemente no cabía en su cabeza. Basura y palabras parapléjicas escurrían en sus hojas, llenas de relatos raros, frases desconectadas y patéticas charlas intrapersonales. Pero Allii lo veía sin parpadear con cara de boba, bueno, con cara de enamorada, que es lo mismo. Y él, inspirado por la nada, trataba sin éxito de conquistarla con cualquier verso hipócrita y embustero que se le viniera a la mente. Pero no era necesario, ella ya estaba cautivada por el aroma de la tinta, las hojas y el sudor perlado de su espalda. Tal vez en algún momento en su intimidad, Allii llegó al éxtasis orgásmico pensando en él, pero eso nadie lo sabrá nunca, ni siquiera el escritor ingrato que era víctima del bullicio de una ciudad que no lo quería.

-La verdad cegadora-

«Abre la caja» le decía una voz en su cabeza, mientras él sostenía la caja en sus manos. En ella se encontraban todas las verdades que él no conocía, verdades como que su tercer hijo no era suyo, era de su mejor amigo, verdades como que lo despidieron de su trabajo por una llamada anónima de su esposa acusándolo de ladrón, verdades como que realmente no tenía amigos, todos lo habían usado y traicionado. «Abre la caja» la voz seguía con más fuerza, aferrada a sus neuronas que destellaban como circuitos eléctricos. «Abre la caja» la maldita voz era persistente, pero él no quería descubrir lo que tal vez ya sabía. «Abre la caja» la voz se volvió un susurro profundo, que lo hizo tomar valor para abrir la caja y descubrir sólo oscuridad, mientras que esa voz se volvía una carcajada desgarradora. Porque él era ciego.

De: Noel A. Loaiza.