-Memorias del Bosque de los Diamantes-
Solsticio: Corre maestro, corre. Nos perderemos
el canto de los lobos a la señora Luna.
La noche
era muy clara con miles de estrellas colgando del cielo como pendientes de
cristal, Luna estaba más hermosa que nunca, vestía un hermoso vestido color
fuego, su esplendor llenaba todo aquel bosque de una forma maravillosa. Y sobre
una gran roca que casi chocaba con el cielo la manada de lobos se acomodaba
para empezar su canto. El imponente líder Colmillo Blanco se alzaba ante los
demás, su pelaje era como la plata con toques azulados, acomodaba a los
pequeños lobeznos para empezar. Una joven corría desesperada a ver aquella
función, sus huellas se marcaban en la tierra, iba con unos pantalones de piel
de venado, un chaleco grueso de oso y una capa de flores que le había
obsequiado la señora Primavera. Sus pies descalzos conocían ese bosque aun en
la oscuridad más profunda que lo invadiera, pero ese día no era el caso, ese
día el bosque brillaba como una estrella más en el firmamento. Iba con rapidez
y con una gran sonrisa en la cara, sus ojos de anhelo y su cuerpo extasiado.
Solsticio se llamaba la joven y tenía apenas 1 año de vida, pero ya le llegaba
al pecho a su maestro, 1.60 medía o eso le decían los jóvenes pinos alrededor
del Lago de las Estrellas. Una sombra la seguía con lentitud o eso parecía, Invierno
se movía con agilidad, era su bosque y él era la brisa, la nieve y el viento de
aquel lugar, así que pudo llegar adonde los lobos estaban desde hace mucho tiempo,
pero le gustaba jugar carreras con Solsticio y dejarla ganar de vez en cuando.
Solsticio: Ya te estas volviendo viejo maestro,
muy viejo. Ya ni siquiera puedes alcanzarme. (Risas de burla).
Invierno: (Indignación) ¿Viejo? ¿Yo?, ahora
verás liebre chiflada, me las pagarás.
(Invierno
se convirtió en una pequeña y diminuta tormenta de nieve que hizo que Solsticio
perdiera el equilibrio y callera de bruces, después su cuerpo se cubrió de
copos y quedó enterrada bajo una gran capa del frío manto blanco).
Invierno: (Burla) eso te pasa por decirme
viejo, tú, niña conejo.
(Solsticio
se sacudió el manto y se cruzó de brazos).
Solsticio: ¡Eso es trampa!, no se vale usar
magia maestro. (Mueca).
Invierno: Yo nunca dije eso. (Sonrisa
desafiante).
Solsticio: ¡O sea que yo también puedo usar
magia!
Invierno: Pero claro, aunque hay un problema…
¡no sabes magia! (Risas burlescas).
Solsticio: ¡Eres un tonto maestro, Hup!
Invierno: Muy bien, muy bien. Tu ganas, ahora
sube a mi espalda. Los lobos ya casi están a punto de cantar.
Solsticio
subió a la espalda de Invierno; éste dijo unas palabras en voz baja que Solsticio
no escuchó y el piso donde se encontraban se volvió un hielo liso y muy sólido
por el cual Invierno se deslizó con rapidez y llegó bajo la gran roca donde se
encontraban todos los lobos. Y con otras palabras una ventisca los levantó y
los posó sobre la gran piedra, Invierno saludó con una reverencia a Colmillo Blanco
y éste se la respondió igual. Como si fueran viejos amigos, Invierno se sentó a
lado de él y le acarició el pelaje. Solsticio se acomodó al costado de su
maestro y apoyó su cabeza en los hombros de Invierno, sus finos cabellos le
hacían cosquillas en la cara a su maestro, pero a él no parecía importarle
mucho. Un pequeño cachorro de color café oscuro se acercó al regazo de Solsticio,
Torbellino era su nombre, Solsticio lo había bautizado así, porque era un
inquieto. Y ya todos acomodados, los cantos empezaron, e Invierno aulló junto a
la gran manada hasta que Sol regaló los primeros despuntes de luz en el
horizonte y Luna supo que era tiempo de ir a dormir. Solsticio ya tenía 4 horas
dormida en el regazo de Invierno, los aullidos de su maestro y los lobos no la
molestaban, vivía con ellos y con él y estaba acostumbrada a eso. Cuando Sol
salió completamente y con un baño de luz saludó a todos, los lobos empezaron a
bajar lentamente de la gran roca con mucho cuidado. La caída era larga y
dolorosa si daban un mal paso. Torbellino despertó a Solsticio lamiéndole las
mejillas y se puso a morderle los dedos. Un poco más allá estaba Colmillo Blanco
mirando fijamente a Invierno, que le hablaba en un idioma que solo él podía
entender, gruñidos y ladridos continuos. Solsticio empezó su descenso junto con
los restantes de la manada. Torbellino jugaba más allá con otros cachorros. Fue
una noche hermosa y llena de maravillas. Solsticio bajaba aún adormilada,
cuando de pronto escuchó un alboroto y el llanto de un cachorro. Torbellino
había resbalado y caía por la gran roca.
Para Solsticio fue todo muy rápido, pensó que Torbellino moriría, pero
un gran rayo blanco bajó con agilidad la roca y tomó del cuello a Torbellino y
lo puso en el suelo sano y salvo. Era Colmillo Blanco, el jefe de la manada.
Torbellino chillaba y Colmillo Blanco le lanzó una mirada severa y le dio un
zarpazo leve en el cuerpo, después lo abrazó con sus patas y le lamió la
frente. Ya cuando todo había pasado y todos bajaron sanos y salvos, Solsticio
cayó dormida de nuevo, recargada en la gran roca. Unas manos la levantaron del
suelo y la llevaron cargando hacia su cama.
Solsticio: (Adormilada) maestro, lo que hizo
ese tal Colmillo Blanco fue espectacular, pensé que Torbellino moriría.
Invierno: Lo se querida. Pero Colmillo cuida
a su manada, y da la vida por ellos. Por eso es un gran líder y todos lo
quieren.
Solsticio: ¿Tú darías la vida por mí, maestro?
Invierno: Eso y muchas otras cosas pequeña.
Ahora duerme tienes que descansar un poco.
Solsticio: Maestro, te quiero mucho. Nunca te
alejes de mí. (Abrazo fuerte).
Invierno: Jamás mi corazón, jamás.
-La Tierra-
(Solsticio
sentía el dolor desgarrándola célula por célula, su grito fue tremendo y
despertó una furia dormida).
Vulcano: ¡No! ¡No!, yo te derrote, yo te maté.
No puedes… no es posible.
Invierno: (Idioma antiguo)... -Yo soy la brisa del norte, las aguas del
sur. Soy el cero absoluto, el cristal del rayo y un hijo de la luz. La muerte
es mi camino y emano resurrección. Soy el señor de los hielos y es hora de que
encuentres tu destrucción-
(Invierno
parecía poseído, su voz retumbaba por los cielos como un trueno, como trompetas
de ángeles, como llamado de muerte. Vulcano dejó caer a Solsticio, pero con una
velocidad sorprendente Invierno la tomó en el aire y la dejó tendida lenta y
suavemente en la tierra. Vulcano sentía pavor, intentó volverse dragón para
huir volando del lugar pero le fue imposible. Invierno era más rápido que él).
Invierno: (Idioma antiguo)… -Yo soy el martillo del hielo y el vengador
de los semidioses, y clamo la presencia de los perros del invierno celestial-
(Tres
grandes lobos gigantes de hielo aparecieron de repente y sometieron a Vulcano del
cuello y los brazos, dejando al descubierto su pecho que se movía
aceleradamente).
Invierno: (Idioma antiguo)… -Destello de la mañana, nacida de los
diamantes congelados que yacen en el fondo del gran ártico, se guía de mi ira… haz
fluir mi venganza-
(Destello
se volvió una gran lanza que se elevó al cielo como una piedra preciosa color púrpura
y bajó como rayo al corazón de Vulcano, que gritaba y maldecía mientras se
consumía en cenizas y flamas. La batalla había terminado, pero Solsticio estaba
al borde de la muerte. Invierno bajó ante ella, dejó libre su furia y miró a Solsticio
agonizando, lágrimas azules de dolor brotaban de sus ojos, él tenía la culpa,
él lo había causado).
Solsticio: Mae… maestro, lo… lo… lo siento, no
debí. Soy tonta.
(Estas
palabras crucificaban a Invierno de una manera exagerada, un dolor profundo le
apretaba el pecho).
Invierno: Mi vida, mi flor, no es tu culpa.
Lo siento, debí poner más atención en la batalla, oh señor. No me la quites
gran señor, no a mi Solsticio, no a ella.
(Solsticio
dejó escapar un último suspiro largo, mientras sus manos se cerraban sobre las
de Invierno. Tal vez por eso el mundo pudo sentir el sufrimiento de algo
divino, de algo que no era mortal. El llanto y la desesperación de Invierno
volvieron un caos a los cielos y a los vientos).
Invierno: ¡No, mi corazón azul, no!, por mi
sombra, por mi nombre, ¡regrésamela, ella no, ella no!, oh mi Solsticio,
vuelve, no me dejes, no me dejes, no te vayas… ¡NO!
(Locura,
amor, insensatez, nadie sabe por qué lo hizo, pero así fue. Invierno sacó la
mitad que le quedaba de su frío corazón azul y lo puso en Solsticio formando un
corazón azul perfecto que empezó a latir con fuerza. Solsticio abría sus ojos
de nuevo. Abría sus ojos a su maestro, no sabía cómo había escapado de un sueño
oscuro y pesado que la arrastraba profundo, pero lo había hecho, había escapado
y ahora abrazaba a Invierno como nunca… ese día Invierno murió dos veces. Pero
nadie supo cómo es que aún se mantenía de pie).
Autor: Noel A. Loaiza
Trabajo de corrección: Iyallii P.