El gran maestro, despertó de su sueño al tercer día, y le
dio aliento a la tierra, le proporciono un gran corazón de fuego y la cubrió de
palabras, de oraciones y de magia.
La tierra giro lento, danzando para festejar su nacimiento.
Después, el gran maestro forjo los pilares de la existencia,
lo amos de la vida y la muerte, los guardianes del sueño y el amor, los señores
del tiempo y la esperanza, los innombrables de la desesperación y la maldad,
sin faltar los pequeños seres de la luz y la oscuridad, pues estos últimos eran
como niños, que no conocían la perversión y jugaban en el gran anillo del ciclo
existencial.
Pero su trabajo no había terminado, le dio color al que sería
el paraíso de los mortales, la hermosa luna con su hermano noche, el
temperamental sol con su alegre prima mañana, los 12 discípulos que dividían los
años, los cuales estaban atados a los 4 grandes señores que partían el ciclo
anual en las estaciones que dibujaban los inicios y los finales de los
amaneceres, la dulce y simpática primavera, el divertido y juguetón verano,
otoño, silencioso y con aire pensativo, como de quien cuenta los diminutos
espacios entre la caída de las hojas y el sonido del viento y por último el
solitario invierno, de mente fría y palabras cortantes, sabio y terco, duro y frágil,
cada uno llevando una llave del principio y el final de su anterior inquilino
en los conjuros de la tierra.
La primavera daba inicio a las flores, los arboles, el canto
de los animales y la pureza de la aguas,
dormía cuando llegaba el verano, que traía
el calor que prende los corazones, hacia que sol brillara con más fuerza e
invitaba a los seres a disfrutar la sombra, los frescos manantiales y los
suspiros del viento; otoño apagaba la sonrisa de verano, para darle un descanso
a la flora terrenal y hacia que los demás seres se prepararan para el cruel y
duro invierno, se inclinaba ante invierno, quien regalaba una gran sabana
blanca y fría, hacia cristal el agua y ponía a todos en un profundo y cálido
sueño… era la única estación donde podías encontrar tranquilidad en la tierra.
Así, la tierra siguió girando lento, y los grandes pilares
amos y señores de una fuerza necesaria en la tierra se disiparon para hacer sus
trabajo; pero el ultimo día de cada año se juntaban para celebrar el nacimiento
de un año nuevo, bebían hasta embriagarse, danzaban y cantaban, todos menos uno.
Invierno, que estaba ocupado haciendo su trabajo pues era su
estación y nunca dejaba sus responsabilidades, no es que no le gustaran ese
tipo de reuniones, es que detestaba su falta de seriedad, eran como dioses y se
comportaban como animales…lo detestaba. Sin embargo invierno no era del todo
frio y solitario… a veces extrañaba un poco de compañía, pasaba mucho tiempo
caminando en los bosques helados, acariciando a los lobos, platicando con las
lechuzas y aprendiendo las costumbres de los osos, pero en la noche, cuando el
silencio consumía todas las almas , se sentaba cerca de una gran fogata que encendía
en un claro, frente a un lago congelado y cantaba magia o recitaba poesía muy
antigua y olvidada, para que la nieve formara bellas figuras en sus copos y el
frio fuera más agradable, pero sobre todo le cantaba a alguien, alguien sin
forma y sin cuerpo que sentía a su lado, ese alguien que le coronaba las noches…
Solsticio nació un día, en que el gran maestro les regalo a
los 4 grandes de las estaciones el don de la vida por un día, para crear un
heraldo, aquel que aprendería el arte de su maestro y después cuando llegase el
tiempo tomaría su lugar.
La dulce primavera creo a Eros un joven andrógino, apuesto y bello
como las flores que se abren al sol y
delicado como sus pétalos.
Verano forjo a un joven maestro de las artes del fuego equinoccio,
algunos también lo llamaron autumnal, llevaba el recado al señor otoño cuando su
amo iba a dormir después de divertirse tanto tiempo bajo el sol intenso y las
noches cálidas; las cartas eran recibidas por thanos un joven sombrío, que nació del bostezo de
muerte y lo cobijo bajo las hojas de
los arboles del señor otoño, quien lo crio y le enseño a llevar el descanso a los seres arbóreos, las flores y algunos animales de una forma lenta y placentera.
Pero
solsticio; solsticio fue magia pura, magia de amor, un amor escondido que nadie
debía saber; invierno tomo un gran diamante y le dio forma a una bella mujer,
le dio un destello a sus ojos robando el fulgor de un relámpago, esculpió su
hermoso cuerpo con lluvia, la vistió de nieve, tomo el brillo de una estrella y
la inundo con ese brillo para que resplandeciera por arriba de los demás heraldos y por
ultimo en un acto prohibido tomo un gran trozo de su frio y azul corazón y lo
puso dentro del pecho de solsticio, la hazaña casi le cuesta la vida… pero unos
momentos después, solsticio abría sus hermosos ojos de un azul intenso, y su piel blanca
y pura dibujaba sus movimientos delicados en una noche oscura, y sus labios ese día dibujaron la palabra de "maestro".
Invierno,
se ilumino con una sonrisa y en la oscuridad derramo unas lágrimas de alegría, porque
así es el amor de invierno, frió y latente, fragmentado pero lleno de pureza… y
la espera, lo hace más grande y más ansioso, lo llena de esperanza, lo inunda
de fantasía y hace a la nieve más fina y blanca, dibuja auroras boreales y hace
brillar con fuerza a las estrellas; invierno le cantaba a solsticio cada noche
y cada mañana, le creo cuentos, le escribió poesía, le enseño a jugar en la
nieve, aullar con los lobos, cenar con los osos y comprender al silencio, le
enseño a entender a vida y a muerte y por que jugaban su partida de ajedrez tan
lentamente, le enseño a esculpir las cristalinas aguas, le mostro las estelas
de los cometas y atrapo para ella miles de libélulas para que jugara con ellas,
y no había felicidad más grande para invierno que ver a su solsticio dormir
cobijada sobre pieles con sus labios formando unos rojos pliegues de color
manzana y sus rizos que caían como cascadas de rayos de sol, no… no había felicidad
como ver a su solsticio a su lado. Hasta el fin de las eras.
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