En ese momento el cazador de dragones sabía que todo estaba perdido; nada lo salvaría de la furia que contenían un millar de dragones que lo miraban fríamente, pero se encontraba ahí parado en el centro de todos ellos. El temor que sentía estaba escondido bajo su armadura de oro mágico, y sopesaba su valor con la espada brillante, el arco protegido por runas y su carcaj de flechas hechizadas, pero lo más importante de todo era el escudo de diamante que había conseguido en aquella torre oscura y flotante, sin olvidar la fina y débil burbuja de esperanza desesperada que lo envolvía. Contaba los segundos buscando el momento para escapar, aunque muy dentro de su mente una voz burlona y flagelante le gritaba que no había escapatoria, estaba perdido y lo sabía.
La tierra empezó a temblar y de las sombras que nacían de las inmensas llamas, surgió un dragón enorme de escamas escarlatas y cuernos largos-curvos que sobresalían de su grueso y puntiagudo cráneo, su pecho estaba escarchado de joyas y oro, y se podían apreciar aun algunas flechas y una que otra daga clavada en él, pero no parecían molestarle en absoluto. El gran dragón se posó frente a la pequeña figura humana y desafiante que despedía un penetrante olor a orines y miedo, infló su pecho de forma exagerada y el silencio sumergió la inmensa cueva ardiente, y de un momento a otro el dragón expulsó una gigantesca llamarada sobre el guerrero, que tuvo apenas tiempo de acomodar su escudo frente a la flama y repeler el fuego, no sin llevarse unas quemaduras.
La batalla inicio con un grito de valor, coraje y bilis humana. El enorme dragón escarlata contra el cazador de dragones, golpes de espada y llamaradas, gritos y rugidos estruendosos, los demás dragones observaban la batalla con paciencia respetando el desafío de aquellos seres. Un giro completo para esquivar una llama, otro para escapar de un zarpazo y después un movimiento hábil para encajar la gran espada en el corazón. Todo había terminado, el dragón gigante golpeó el suelo con un sonido sordo y el silencio lo volvió a consumir todo, el cazador se levantó aún aturdido por la lucha. Un intenso aleteo draconiano lo saco de su desconcierto y lo último que vio fue un millar de fauces consumiendo sus últimos segundos de vida.
La tierra empezó a temblar y de las sombras que nacían de las inmensas llamas, surgió un dragón enorme de escamas escarlatas y cuernos largos-curvos que sobresalían de su grueso y puntiagudo cráneo, su pecho estaba escarchado de joyas y oro, y se podían apreciar aun algunas flechas y una que otra daga clavada en él, pero no parecían molestarle en absoluto. El gran dragón se posó frente a la pequeña figura humana y desafiante que despedía un penetrante olor a orines y miedo, infló su pecho de forma exagerada y el silencio sumergió la inmensa cueva ardiente, y de un momento a otro el dragón expulsó una gigantesca llamarada sobre el guerrero, que tuvo apenas tiempo de acomodar su escudo frente a la flama y repeler el fuego, no sin llevarse unas quemaduras.
La batalla inicio con un grito de valor, coraje y bilis humana. El enorme dragón escarlata contra el cazador de dragones, golpes de espada y llamaradas, gritos y rugidos estruendosos, los demás dragones observaban la batalla con paciencia respetando el desafío de aquellos seres. Un giro completo para esquivar una llama, otro para escapar de un zarpazo y después un movimiento hábil para encajar la gran espada en el corazón. Todo había terminado, el dragón gigante golpeó el suelo con un sonido sordo y el silencio lo volvió a consumir todo, el cazador se levantó aún aturdido por la lucha. Un intenso aleteo draconiano lo saco de su desconcierto y lo último que vio fue un millar de fauces consumiendo sus últimos segundos de vida.